martes, 28 de octubre de 2008

(corregido)

versión final -al menos por ahora- de un mal poema ya publicado en este blog
posiblemente integre mi próximo libro "Gracia Lazarus" a editarse, con un poco de suerte, antes de que termine el 2008...


EL BROTE

Asomó de madrugada: llovía,
y al tratar de extraerlo con tijeras
el tallo esbozó una sonrisa lívida
-una, dos, tres hojas-
desde el zócalo. Vio sus espinas,
bajo relámpagos, sedientas
como una pequeña dentadura
y en su cabeza un rechinar enfermo
-¿miedo?-,
la mantuvo inmóvil durante horas,
perdiendo y recuperando la visión.
Era sólo una presencia leve
-en el zócalo, en el cuarto-
pero jaló y sintió rechazo de verlo
moverse con la raíz expuesta.
Un retoño así sólo podía haber brotado
en su propia ausencia de lugar y tiempo,
ser, en el aire reverberante, un fantasma
nacido de su pensamiento.
Intentó nuevos cortes
pero en cada opresión metálica
la traquea rasgada, se reponía
buscando crecer, y ella
que nunca había permitido un crecimiento,
giró en círculos negando,
hasta perderse en la blancura
de su propio cuarto:
pared, pared, pared, pared.
Corrió a la cama, al refugio
frío de las frazadas, pero sin aviso
sintió la puntada silenciosa
de un dedo pálido y delgado, luego,
un cálido torrente circulando
hasta sus cimientos.
Afuera y adentro de ella, por primera vez
todo era verde y afiebrado,
como en el planeta animal:
humedad, cascadas, flores, insectos...
Incluso una pequeña bombilla sobre su frente
le pareció un baño de luz, un milagro,
y en un instante agónico, se alucinó ramificada
en un sinfín de pequeñas vidas,
entonces, saboreó el fin
-bajo la lengua-, y se apagó.
Por la mañana, entre médulas secas,
despertó urgida de un respiro.
Se deshizo de la maraña
y contempló el cuarto
como naturaleza fósil.
El zócalo otra vez intacto.
Sobre la ventana el tejido muerto
bloqueando la luz y el aire.
Con dedos en pinza
extrajo oxígeno de los pliegues,
y un único rayo se deslizó por cada esquina
iluminando los restos de la noche:
desmalezó, barrió, embolsó,
eliminó hasta el último residuo, hizo el desayuno.
En la ducha fregó su piel.
En la oficina, firmó papeles,
fumó, bebió café...
como si de ese modo pudiera cercenar la raíz
o evitar un nuevo crecimiento.